OPINIÓN

De opulenta a Ciudad Polenta

Nota de opinión de Martín Tula sobre la situación de la Ciudad de Buenos Aires.

"Las opiniones vertidas en esta sección son de carácter personal y no necesariamente coinciden con las decisiones editoriales de Diario PORTADA."

De opulenta a Ciudad Polenta

El 29 de agosto de 2020, en medio de la pandemia, Alberto Fernández, cuya figura algunos periodistas, especialmente Luis Majul, han llamado el "nuevo Nelson Mandela" (pues cada cuatro años, con cada cambio de gobierno, parece descubrir un Mandela o un estadista), pronunció unas palabras que causaron un gran impacto en el ámbito político y económico. Durante un evento en la provincia de Santa Fe, el presidente utilizó el término "ciudad opulenta" al referirse a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Esta afirmación, cargada de connotaciones, sugiere una crítica sutil hacia la metrópolis, insinuando que esta goza de una posición económica privilegiada y, por ende, carece de justificación para reclamar una mayor participación en la distribución de recursos financieros.

La elección de estas palabras resulta notable, considerando el trasfondo histórico y socioeconómico de la Ciudad de Buenos Aires. Una ciudad que, en épocas anteriores, supo ostentar el título de "París de América Latina", símbolo de prosperidad y modernidad en el continente. Sin embargo, en las últimas décadas hemos sido testigos de un declive progresivo en su posición relativa, marcado por gestiones políticas discutibles tanto a nivel nacional como local.

El gobierno de Fernández ha sido objeto de críticas acerbas, no solo por su manejo de la crisis económica exacerbada por la pandemia, sino también por su enfoque en políticas de corte populista y redistributivo que, en lugar de fomentar el crecimiento y la inversión, han contribuido a exacerbar la pobreza y la desigualdad.

En el 2020, el ingreso por habitante era de 246 dólares; hoy en día, ese ingreso es mucho más bajo que en aquel año, siendo de 213 dólares, con una inflación acumulada del 930% durante cuatro años. Ahora, si esto lo reflejamos en la pobreza, en el 2020 el índice de pobreza de la ciudad era del 22,9 % y el de indigencia era del 5,7%; hoy esos índices son del 30,1% de pobreza y 12,2% de indigencia (este último casi más de la mitad en 4 años).

Los datos, en este caso, son elocuentes. El ingreso per cápita ha experimentado una disminución significativa, mientras que la inflación acumulada ha alcanzado niveles alarmantes. La pobreza y la indigencia han sufrido un aumento vertiginoso, sumiendo a una parte considerable de la población en condiciones precarias y marginales.

Pero si la macro es mala y la micro no ayuda, las dificultades y el desastre suelen ser peores. En esa gestión pésima a nivel socioeconómico, donde se subsidió hasta más no poder y la maquinita de pesos trabajaba 24 horas diarias, el entonces Jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, también se sumó a la épica de "cerremos todo" sin medir consecuencias en proyecciones futuras (con el beneficio del diario del lunes, afirmó que Fernández, Larreta y Kicillof eran del plan "vamos viendo") en lo económico.

Aquí hago un punto y explicó que los extremos no son buenos. No era válido ni abrirlo todo y que pase lo que tenga que pasar, como tampoco lo era cuando cerraron miles de comercios y te decían que eran daños colaterales. El ABC de cualquier guerra (pongo el ejemplo de guerra porque muchos infectólogos la definían como una guerra contra el Covid) dice que no puedes parar una economía al 100% porque si esta se prolonga y no tienes recursos para el después, aunque logres sobrevivir a la crisis, terminarás muriendo de hambre. En consecuencia, con la cuarentena eterna, la presión a nivel de impuestos y los delirios de "papá Estado que te cuida", fundieron a la ciudad.

Queda claro que, a pesar de que hoy la inflación va a la baja, no se están realizando reformas estructurales para que los habitantes de la ciudad tengan posibilidad de crecimiento. En la nueva gestión Macri 2.0, vemos una ciudad más sucia, más gente viviendo en la calle, personas que no pueden alquilar (la Ley de Alquileres, el gran fracaso de JxC), impuestos impagables para los comerciantes y cada vez menos poder adquisitivo de la clase media.

Pero, mientras tanto, el gobierno de la ciudad sigue sin hacer recortes estructurales, ya sea en dependencias, asesores u otros gastos partidarios. Como consecuencia de gestiones claramente alejadas de la realidad diaria de los ciudadanos, tanto a nivel nacional como provincial, hemos pasado de ser la ciudad opulenta a la ciudad polenta.

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