LIBERTAD DE EXPRESIÓN

La libertad no alcanza

Este año, la conmemoración del Día Internacional de la Libertad de Expresión, pone el foco en el Planeta. Guerras y crisis ambiental, el rol del periodismo.

Una fecha que invita a reflexionar, justo en una época en la cual la reflexión, es un ejercicio extremadamente escaso.

La libertad es un sustantivo abstracto, posible de conquistar, individual y colectivamente. Para alcanzarla es requisito contar con recursos. El ejercicio de la libertad ambicionada siempre estará condicionado, por más aspiraciones que se posean y aunque insulte Milei.

Catástrofes

Este año, la UNESCO decidió conmemorar este día, poniendo el foco en la información sobre cuestiones ambientales. Los desastres de hoy en Porto Alegre, al parecer, consagran su buena elección. La responsabilidad que exige la profesión periodística en dar a conocer la afectación del Planeta y las circunstancias que eso le provoca a las poblaciones, no admite distracciones. Pero sólo desde el periodismo, poco se puede hacer.

Libertad de Prensa, anacrónico e inexacto

En los albores de las democracias modernas, la garantía de la libertad de Prensa fue uno de los pilares. Como bien sentenció 30 años atrás, el escritor y académico Camilo José Cela, Nobel de literatura, no se trataba de libertad de Prensa, sino libertad de Empresa. Y avísenle a Milei que Cela no era precisamente un "zurdo", sino lo contrario. Pero puso las cosas en su lugar. Eran las empresas periodísticas las que ejercían la libertad de expresión a pleno. No era, necesariamente, la expresión de la ciudadanía y tampoco de los dirigentes lo que primaba.

¿Periodistas? Periodistas somos todos (y todas)

La expansión de internet, que pronto parió a las redes sociales, desintegró aquel panorama. La centralidad del título de un diario, pierde impacto ante la profusión de otros títulos. Comenzó la atomización de la información. Cada quien tenga una identidad digital y participe en redes sociales, es en sí mismo un periodista y un medio, a la vez, involuntario o por decisión. Y esa dispersión no hace más que contribuir a la disgregación, sin abrir juicio sobre perjuicios o beneficios de este fenómeno.

El eterno combate

La circulación de información, abrumadora y voraz, podemos aventurar, no ha propiciado mejoras sustanciales al tejido social. Ignorar los propósitos que impulsan determinada información, que además su veracidad es imposible constatar, eleva la vulnerabilidad personal, colectiva y ambiental. La libertad, inexorablemente, conspira contra la seguridad, dos fuerzas en pugna eterna.

Desprecio a los métodos científicos, o no

La Pandemia fue la demostración más elocuente del riesgo al que se enfrenta la sociedad, no sólo por los virus naturales sino por los artificiales. La cantidad de mensajes contrarios a las recomendaciones de las élites científicas, sembraron dudas cuando no, pánico. Hasta hoy se discute si hay que vacunarse o no, polémicas que antes estaban delimitadas en ámbitos científicos y en los círculos terraplanistas de siempre, pero ninguno de los dos alcanzaba a la sociedad en su conjunto. Hoy cualquiera da cursos de física cuántica formado a través de la respuesta de una aplicación de inteligencia artificial, cosas de la libertad

Los ensobrados y los militantes

En función del periodismo, en Argentina, desde los círculos de poder, todo se reduce a categorías descalificadoras. Si lo que denuncia el periodista atenta contra el interés del gobierno, es ensobrado, si defiende lo que hace o pronuncia un o una dirigente equis, es militante. Esto pone en perspectiva que lo que está en peligro no es la libertad, sino la pérdida de cotización cotidiana de la verdad, materia prima no sólo del periodismo, sino de toda comunidad.

El deber ser del periodismo

Entre las muchas definiciones, un "imperativo categórico" para el periodismo es que su función primaria se reduce a: develar aquello que desde el poder quiere ocultarse, en beneficio propio (de quienes ejercen el poder) y en detrimento del conjunto de la sociedad. Ese ejercicio, practicado con valentía y honestidad, les ha costado la vida a periodistas. Precisamente, el premio que otorga la UNESCO en este día lleva el nombre de un mártir del periodismo colombiano, Guillermo Cano Isaza, abatido por sicarios del Cartel De Medellín.

En Argentina, hoy

La libertad de expresión no está amenazada, pero sí el derecho -también consagrado en la Constitución- a estar informado, correctamente. La cantidad de libelos, falsas denuncias, bulos, ocultamientos, falacias que se disparan, sumado a la ausencia de códigos mínimos de ética, tornan cada día más difícil conocer qué es lo que acontece y avizorar un panorama posible.

La economía es la excusa para la censura por otros métodos

La asfixia que medios de comunicación sufren por la ausencia de recursos económicos, deliberada o casualmente, propicia censura. El cierre de medios del Estado, mientras se les sigue pagando los sueldos a los periodistas, pero no pueden trabajar en su oficio, es otro mecanismo de censura. La agresión desde el lugar de mayor poder institucional hacia los y las periodistas, es otro buen sustituto de la censura en su versión clásica. El agravio permanente a quienes, con datos rigurosos, proporcionan información veraz a la comunidad, es un efectivo recurso de censura, aunque no posibilite encuadrarlo jurídicamente como un delito.

La libertad no alcanza

Puede resultar ofensivo que, precisamente cuando se conmemora un día en favor de la libertad de expresión, no rindamos homenaje.

Ocurre que la libertad es tan indispensable como insuficiente. Si no se acompaña la libertad con la responsabilidad necesaria, es inútil o peor, lesiva. Si desde lugares de tanta relevancia como el que ocupa Diana Mondino, realizan manifestaciones en las que cuesta distinguir si se trata de una información o un meme, el camino de la libertad nos conduce a un precipicio profundo, y la gravedad es una ley, inalterable, que no obedece a las emociones ni a los caprichos de los ocasionales seres que ocupan el poder.

Acompañar a la libertad es imprescindible.

Si la honestidad y la sensatez no se dan la mano en este momento crítico, como el que atraviesa Argentina; si los dirigentes no alcanzan a interpretar cuales son las verdaderas necesidades y urgencias que padece la sociedad; si se continúa avanzando en la pérdida de soberanía cultural, política y educativa, la libertad avanza descontrolada y sólo podrá convertirse en una caricatura inservible.

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