INTERNET

"Ya no siento nada": emociones programadas en tiempos de conexión constante

Especialistas analizaron cómo las emociones humanas pueden ser codificadas, cuantificadas y manipuladas a través de dispositivos digitales.

Adrián Characán
Adrián Characán

En una reciente investigación, especialistas analizaron cómo las emociones humanas pueden ser codificadas, cuantificadas y manipuladas a través de dispositivos digitales.

Uno de los testimonios más crudos lo da un terapeuta danés. Dice que se siente derrotado por Internet, que todos los días lucha por la atención de sus hijos, por lograr que se conecten con él en lugar de con una pantalla. Y en su consultorio, entran y salen personas que se sienten igual: vacías, desmotivadas, insensibles. "El mundo real ya no importa", confiesan. "Todo lo que siento lo siento frente a una computadora".

Las emociones, que alguna vez fueron señales íntimas, únicas, intransferibles, hoy son productos. Se pueden programar, modelar, vender.  Se ve cómo los gestos del rostro humano se traducen en datos, cómo la alegría o el miedo se convierten en un código universal. Como si el alma pudiera comprimirse en una fórmula.

"Ya no siento nada": emociones programadas en tiempos de conexión constante

El problema no es solo técnico. Es existencial. Si nuestras emociones pueden ser inducidas, dirigidas o manipuladas por algoritmos, entonces ¿cuánto de lo que sentimos realmente nos pertenece?

"Ya no siento nada": emociones programadas en tiempos de conexión constante

Los expertos lo explican sin rodeos: por primera vez en la historia, existen personas dedicadas a crear emociones ajenas. Especialistas en diseñar experiencias emocionales desde una pantalla. Eso es nuevo. Eso es radical. Eso es peligroso.

La necesidad de amor, de conexión, de reconocimiento, sigue intacta. Pero la forma de obtenerlo cambió. Y con ello, cambió también nuestra forma de sufrir, de vincularnos y de resistir.

Internet no solo ofrece entretenimiento. Ofrece sensaciones. Y cuando esas sensaciones son demasiado intensas, demasiado rápidas, demasiado fáciles, el resultado es que ya no sentimos nada.

"Ya no siento nada": emociones programadas en tiempos de conexión constante

La doctora Rosalind Picard, del MIT, fue una de las pioneras en desarrollar tecnología capaz de medir las emociones a partir de impulsos fisiológicos. Lo que comenzó como una herramienta médica o pedagógica, hoy se encuentra en manos de grandes plataformas, agencias de publicidad y sistemas de control social.

El antecedente lo había anticipado el psicólogo B. F. Skinner, quien soñó con una máquina capaz de moldear el comportamiento humano a través de recompensas y castigos. Hoy no estamos tan lejos: esa máquina existe y se llama Internet.

"Ya no siento nada": emociones programadas en tiempos de conexión constante

Cada clic, cada scroll, cada reacción emocional queda registrada, interpretada y devuelta como un nuevo estímulo: más preciso, más dirigido, más eficaz. La tristeza, el enojo, el deseo, incluso el afecto, ya no emergen del cuerpo como un acto íntimo. Son inducidos desde afuera. Programados.

Y eso no es todo. Hay algo más grave. Algo que no solo afecta a las relaciones personales o familiares, sino al corazón mismo de la democracia.

"Ya no siento nada": emociones programadas en tiempos de conexión constante

Porque si nuestros sentimientos pueden ser inducidos, si nuestras emociones son hackeables, entonces también lo es nuestro voto.

La pregunta que se abre es incómoda:

¿Estamos eligiendo lo que deseamos o estamos deseando lo que nos enseñaron a elegir?

¿Cuántos gobiernos han nacido de un clic manipulado, de una indignación falsa, de una campaña dirigida a los puntos sensibles de nuestra biología emocional?

Mientras tanto, terapeutas como el danés Morten Fenger ven en sus consultorios un nuevo síntoma: la anestesia emocional. Personas que ya no pueden sentir. O que solo sienten algo cuando están frente a una pantalla.

Internet no solo nos informa. Nos forma. Y, a veces, nos deforma.

Esta nota habla de:

Nuestras recomendaciones